La pregunta que se instala en mi cabeza es: ¿cómo?

 

         He puesto un CD de Chopin  para relajarme pero me parece que me está poniendo aún más nerviosa.  Tal vez no sea Chopin, es posible que el miedo a escribir sea lo que me atenaza.

 

         Hoy es un día como otro cualquiera, igual de importante, tremendamente importante, es el día de la “iniciación”.

 

         La mañana ha madrugado entre nubes grises que amenazaban agua pero se ha mantenido sin llover.  He “remoloneado” por la casa inventando mil y un trabajos para acallar la voz de  Julia Cameron  que me gritaba ¡¡¡comienza!!!

 

         Por fin, a las seis de la tarde me he sentado delante del cuaderno y aquí estoy, sin saber que decir.  Ahora la lluvia arrecia con fuerza y la luz del aire se va perdiendo entre ráfagas de viento que inmisericorde sacude las hojas acharoladas por la lluvia, revolotea ululante entre los troncos de los árboles, se da de plano contra el ladrillo de las fachadas aún más rojos por el efecto de la lluvia y todo ello va creando esa música eterna de la naturaleza, ese bordón que acompaña la melodía de los pájaros, de los grillos, del mar, de las plantas en su crecimiento; y así nos va componiendo la sinfonía vital: un día dulces baldas y al otro tristísimos adagios, alegres mazurcas, virtuosos preludios…   Sólo cuando el aire cesa llega el silencio, el silencio de la muerte, el último soplo.

 

         No me gusta el camino que está recorriendo mi imaginación, creo que los tres folios comprometidos van a convertirse en dos.

 

         Mañana será otro día y el viento seguirá soplando.

 

 

María josé Ardanaz

Las Arenas, 6 de febrero del 2002