MARIA JOSE ARDANAZ
ESTUDIO DE ARTE





MARIA JOSE ARDANAZ ESTUDIO DE ARTE
Micaela
Micaela es bella a pesar de su boca desdentada, su incipiente cojera y su cara estriada. Es bella a pesar de sus ojos glaucos que iluminan su destino y esa nube blanca que corona su cabeza.
Es hija de todo un pueblo que le alimentó y le protegió cuando a tierna edad un despiadado incendio le dejó huérfana.
Hoy vive en esa vieja casa de madera junto a la linde del bosque y del bosque ha hecho su reino. Todos los días, al alba, se adentra en la espesura en busca de bayas, semillas, hierbas y raices que va atesorando en los enormes bolsillos de su delantal amarillo.
Los niños del pueblo le siguen entre risas y esperanza y le llaman bruja y hechicera y los más atrevidos le gritan vieja loca pero a ella no le importa porque sabe que para que un niño crezca sano necesita alimentarse de curiosidad y travesura. A la puerta de su casa les reparte caramelos de raiz de malvavisco.
Es cierto que fabrica ungüentos para aliviar picaduras y emplastos de miel y cúrcuma para desinfectar diviesos y tisanas olorosas para enderezar entuertos, pero siempre utilizó la sabiduría acumulada durante ochenta años de experiencia, nunca usó el abracadabra.
Pero su verdadero poder reside en el oído y la palabra. Escucha con aire ausente confidencias de vecinos que vierten su pesadumbre en la vieja Micaela y ella con su palabra convierte esos ríos de dolor en serenas lagunas donde la pena se amansa y montañas de congoja, frustración y desengaño las troca con su palabra en apacibles praderas donde el vecino descansa.
Micaela es bella a pesar de ser muy vieja, no es bruja, no es hechicera, simplemente es Micaela.
María José Ardanaz
12 de febrero de 2020