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MARIA JOSE ARDANAZ ESTUDIO DE ARTE

La gran inocentada

          Fue la gran inocentada, el inusitado guiño que un 28 de diciembre dedique a mi vida cambiándola en un minuto, justo el tiempo que tardé en estampar la firma en el impreso que iba a suponer mi carta de libertad.

 

          Y no es que no me gustara trabajar, llevaba tres décadas  en el asunto afrontándolo con el mayor decoro posible, no en vano a mis 19 años me había tragado a pies juntillas todo aquello de la emancipación, la independencia, la igualdad, etc. y agarrando el toro por los cuernos estudié, oposité y conseguí.

 

          Los últimos 15 años fueron duros, competitivos.  Mi prurito personal me obligaba a luchar en un mundo de hombres como uno más, no, más que uno más ya que en una empresa centenaria y mastodóntica el machismo seguía funcionando con éxito.  Y poco a poco fui tejiendo un cota de malla en la que me embutí para ser mas fuerte, y cuando esta fue insuficiente me procuré una coraza y luego un escudo y así, batalla tras batalla, llegué a olvidar lo que había quedado dentro.

 

          Pero firmé. ¡Que novedad pasear por cualquier calle a primeras horas de la mañana y contemplar el trajín cotidiano! La felicidad me hacía andar tan ligera que no percibía todo el metal que llevaba a cuestas.  Y a medida que pasa  el tiempo todas las defensas han ido  resquebrajándose y por las grietas herrumbrosas van aflorando  fantasmas que no puedo reconocer y por deformación profesional anoto y clasifico:

 

            Pequeños fantasmas amigables que con sutileza pulsan cuerdas dormidas en lo más profundo y rememoran sentimientos olvidados.

 

          Eficientes fantasmas que, puntuales, me recuerdan proyectos personales relegados,  algunas amistades ignoradas  y asuntos   familiares convocados a plazo indefinido.

 

          Hirsutos y ceñudos fantasmas que me acusan y condenan no por los errores cometidos sino por todo lo omitido.

 

          Fantasmas de la risa, fantasmas divertidos.

 

          Fantasmas de ternura, de gozos olvidados

 

          Y se que llegará el día en que, desprovista de restos de coraza, emergeré y me reconoceré y me aceptaré y aprenderé a convivir conmigo y mis fantasmas.

 

 

María José Ardanaz

Las Arenas, 25 de Octubre del 2004

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