MARIA JOSE ARDANAZ
ESTUDIO DE ARTE





MARIA JOSE ARDANAZ ESTUDIO DE ARTE
La madre muerta
Despiertas y crees reconocer esa lámpara que, como pica suspendida, ilumina tu existencia. La odias como odias todo lo que alumbre, todo lo que signifique vida, porque tú formas parte de la muerte.
El día, desleído en agua, se cuela entre la reja y aprietas los parpados que el rayo traspasa, giras la cabeza hacia la ventana y escudriñas con ojos brillantes de delirio buscando la destrucción del relámpago que sale da la pistola que con crispación empuñas. El cielo lanza un rugido y en él reconoces al cómplice que sofoca los gritos de tres gargantas agonizantes. Observas el devenir de las personas y las desprecias porque no saben que cada una de ellas cruza la vida arrastrando su propio cadáver. Tú si que lo sabes, porque tú eres la muerte.
El ruido de la puerta te tensa la espalda, tratas de incorporarte haciendo caso omiso de las correas que unen hierros y extremidades y gritas porque reconoces la postura que comenzó a matarte. La esponja recorre tu garganta dejando un surco frío, como la navaja, mientras una voz trata de calmarte –Tranquila, muchacha, esto es solo agua. Estas indefensa, tres bocas babean tu cara, te muerden los pechos. Y la voz repite mientras se desliza la esponja hacia el terror –estate tranquila, sólo te estoy aseando- Te fuerzan las piernas y un dolor infame escarba tu inocencia, la empuja, la machaca y tras un alarido de angustia te vas a la nada, y así por tres veces. La voz te murmura –Descansa, ya hemos terminado -pero sabes que el horror no acaba, que día a día se repite hasta que la muerte te salve, porque tú deseas la muerte.
Escondida tras un muro de silencio, alimentas el odio hacia ese germen de violencia que crece dentro de ti, y tu desvarío inventa mil maneras para destruir al tres veces huérfano de la iniquidad que será alumbrado por una madre muerta.
María José Ardanaz
Las Arenas, 28 de enero de 2005