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MARIA JOSE ARDANAZ ESTUDIO DE ARTE

Los pasos de una vida

        

          No hay duda de que el insomnio tiene sus caprichos y a medida que se lleva el sueño te acerca los recuerdos. Bastaron unos pasos sigilosos, por trasnochadores, de alguno de mis hijos para traerme a la memoria otros pasos tan queridos.

     

          Pasos cautelosos que justo al alba desacompasados por la artritis recorren el pasillo, conquistan  la cocina y allí, sin miedo a la batalla,  acometen las faenas cotidianas.

 

          Pasos que no escucho porque el oído aún está dormido,  que me acercan un eco lejano y decido: “pequeña despierta” abro los ojos y me regalan    una sonrisa tierna y complacida.

 

          Pasos ingenuos y  traviesos que en el jardín juegan al escondite, me buscan y me llaman, sin advertir que el crujir de la gravilla alerta mis sentidos.

 

          Pasos vespertinos que prudentes  recorren las estancias vigilando que el frío no se instale en nuestra casa, ajustan las ventanas y corren las cortinas.

 

          Pasos veloces que  irrumpen en mi habitación bajo una voz airada y desabrida: “¿aún despierta? ¡serás ganorabaco!” Y me roban el cuento que leía.  Los mismos que más tarde se aproximan  cautelosos  transportando unas manos finas que me arropan y unos labios que besan mi frente sumida en un fingido sueño.

 

          Son los mismos pasos que portaron una figura ligera y delicada que lucia bajo un pelo azulado unos ojos ya grises por la pátina que la vida, año tras año hasta 77, fue depositando en su mirada

 

           Y sobre esos pasos construí los míos, caminé con ellos hasta que un mal día les brotaron alas y sin previo aviso levantaron vuelo.

 

 

María José Ardanaz

Las Arenas, 11 de Octubre del 2004

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