MARIA JOSE ARDANAZ
ESTUDIO DE ARTE





MARIA JOSE ARDANAZ ESTUDIO DE ARTE
Tu historia de mi vida
Ya ha anochecido, los tacones resuenan con firmeza en el pavimento aún más resbaladizo debido al sirimiri que desde primeras horas de la tarde no ha dejado de caer. La mortecina luz de las farolas, tamizada por la lluvia, envuelve la ciudad en un halo misterioso y frío.
-Dios, que tarde es- murmura María apretando el paraguas contra su cuerpo –y total para nada, no se que pinto yo allí-
Acelera la marcha mientras va contando los pasos mentalmente: uno, dos, tres… No quiere pensar. Odia el hospital, odia la enfermedad, a veces cree odiar a su padre por estar enfermo.
-María… eres tú?-
-Si papá, soy yo- trata de sonreír -¡que bien estás aquí!... con el frío que hace ahí fuera-
-¿Qué día es hoy?- pregunta el viejo mientras que su mano derecha apelotona las sábanas justo encima del estómago.
-Diecinueve, diecinueve de febrero, ya falta poco para tu cumpleaños-
Andrés vuelve la cabeza y mira a su hija, sus pupilas se difuminan tras la blanquecina pátina que la vida, día a día, ha ido depositando en sus ojos.
-De eso quería hablarte, de mi cumpleaños. Este año quiero que lo celebremos los dos juntos. Solo nosotros dos- sonríe levemente al ver la cara de sorpresa de la hija.
-Anda papá, no bromees-
La mirada del viejo se endurece –María, no estoy bromeando, te estoy pidiendo que pases ese día conmigo, solos tu y yo- repite obstinadamente.
-Pero papá… y Vicente y tus nietos ¿Qué les voy a decir?-
-Diles lo que quieras, siempre se te ha dado bien inventar historias, pero no me niegues lo que te pido.
María calla y mira a su padre con resignación, sabe que no puede negarle nada, nunca ha podido.
-Y hablando de historias…- continúa Andrés –quiero pedirte un regalo, un regalo de cumpleaños- Su mano se crispa de nuevo sobre el estómago mientras que el rostro trata de disimular una mueca de dolor.
-Te duele papá, ¿quieres que llame a la enfermera?-
-Déjate de enfermeras y escucha atentamente; quiero que me regales una historia, “tu” historia de mi vida. Si hija mía, no me mires con esa cara de sorpresa, quiero saber cómo me amó tu infantil corazón, de que manera me analizaron tus críticos y adolescentes ojos, en que momento llegó a tu alma la decepción, si en la madurez llegaste a aceptarme y en que momento la piedad por mi vejez nubló tu entendimiento…-
Vuelve el gesto de dolor y esta vez María lo ignora, únicamente se concentra en tragar saliva una y otra vez para evitar que las lágrimas lleguen a sus ojos. No va a llorar, no va a permitirse llorar.
-Papá, tu bien sabes…-
-No hija, yo no se nada, yo he imaginado mucho pero no se nada y quiero que seas tú quien me lo cuente. Quiero que recuerdes, que reflexiones, que analices y que me digas quien ha sido tu padre y que va a quedar de él cuando yo muera-
-Papá…-
Andrés tomó la mano de su hija –Cuéntame tu historia cariño, necesito saber, ya no es tiempo de rectificar pero puedes brindarme la oportunidad de explicar… de explicarte…- Esta vez un quejido se escapa de su boca, no quiere seguir hablando.
María acaricia la mano del padre, ya no desea llorar, ha entendido; la historia que ella escriba será la herencia que reciba y que mejor legado que una memoria contrastada. Mentalmente comienza a relatar: viene al mundo un 22 de marzo, mi padre me esperaba tembloroso, me tomó en sus brazos y acarició mi mano…
María José Ardanaz
Las Arenas, 11 de Marzo del 2004