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MARIA JOSE ARDANAZ ESTUDIO DE ARTE

Victoria desde el agua

PRÓLOGO

 

            No podía dejar de preocuparme y mira que lo había intentado.  Una y otra vez me repetía: “no te alarmes, esto es una crisis pasajera, todo se arreglará y llegará tu oportunidad…”  Pero los meses pasaban y todo seguía igual.  Es cierto que la situación no empeoraba pero la relación de Aurora y Miguel continuaba navegando por las aguas de la monotonía.  El amable desinterés de Miguel hacía languidecer a Aurora sumergiéndola en un estado de apatía que, a su vez, hastiaba a su esposo y así, rodando en aquel círculo vicioso llevaban ya cuatro años.  Y no es que no se quisieran.  Claro que se querían, ninguno entendía la vida sin el otro y tal vez por eso habían planificado sus vidas hasta el agobio tratando de evitar todos aquellos problemas que amenazaran su deseada felicidad sin darse cuenta de que al mismo tiempo cerraban la puerta a todo sorpresa, a todo imprevisto que hiciera tambalear sus proyectos y les obligara a apoyarse el uno en el otro, fundir sus fuerzas y así, renovados, seguir adelante.

 

            No podía dejar que aquello continuara, toda una vida estaba en juego y yo estaba decidida a luchar por lo que tenía que llegar, y bien sabe Dios que tenía que llegar.  Mi relación con ellos aún no estaba bien definida y aunque en el primer y único encuentro que tuvimos había reinado la cordialidad, yo creo que en el fondo me temían. Mi situación actual, aunque cargada de serios inconvenientes, me daba ciertas ventajas a la hora de utilizar mis únicas armas, posiblemente las más eficaces por inusuales, y elaborar una estrategia de ataque que nos llevara a todos a la victoria: yo conseguiría mis propósitos y ellos vencerían al tedio y al desamor.

 

AURORA

 

            A las siete sonó el despertador y Aurora inició el proceso que día a día repetía: lo apagó, se levantó, atravesó el pasillo tanteando las paredes con las manos ya que los ojos aún no se habían despertado, llegó hasta la cocina y apretó el conmutador de la cafetera preparada la noche anterior, regresó por el pasillo hasta el cuarto de baño, giró a tope el grifo de la ducha y se sumergió en un repiqueteante letargo de agua y vapor que fue devolviendo la tensión a sus músculos y la lucidez a todos sus sentidos.

 

           Reconfortada tomó la toalla y frotó su cuerpo con una energía que ya no le abandonaría hasta su regreso a casa.  Se miró en el empañado espejo y no pudo reprimir un leve grito de sorpresa al ver unas palabras que escritas con impersonal letra de palo lo cruzaban: “Aurora, te necesito, sin ti no puedo vivir”.  Y de golpe sintió en su estomago un aleteo de mariposillas y lo reconoció, era el mismo que sentía en otros tiempos cada vez que Miguel se le aproximaba.  Secó con esmero un trocito de espejo, tomo el lápiz de labios y con su letra redonda y clara escribió “Gracias”.

MIGUEL

 

            Era media tarde cuando Miguel introdujo la llave en la cerradura de su casa y con un gesto de absoluta satisfacción abrió la puerta, tiró el maletín y la chaqueta sobre el banquito del recibidor y se desplomó sobre el estampado sofá del salón. –Vaya suerte- pensó –tengo casi toda la tarde por delante y aún faltan un par de horas para que llegue Aurora y todo gracias a esa avería en los lavabos de la oficina, menuda inundación, un poco más y nos ahogamos, yo creo que esto ha sido un sabotaje,  no es normal que todas las cisternas se desborden a la vez. En fin, a disfrutar de la fiesta.

 

            Se dirigió al baño pensando que después de ducharse se prepararía un “cubalibre”, se tumbaría en el sofá y no haría absolutamente nada más que dejar vagar su mente hasta perderse en el sueño.  Giró a tope la manilla de la ducha y mientras el agua alcanzaba la temperatura exigida observó en el espejo el pequeño corte que aquella mañana se había propinado al afeitarse.  Entonces lo vio y se quedó perplejo, ¿que significaba aquel “gracias”? sin duda era de Aurora, nadie más podía haberlo escrito pero ¿a santo de qué?  Se introdujo en la ducha y dejó que el fresco chorro  rebotara con fuerza sobre su cabeza entorpeciendo momentáneamente su pensamiento.  Aturdido aún por el ruido del agua se secó perezosamente, tiró la toalla sobre el bidé y miró nuevamente la inscripción, acercó un dedo y la acarició desdibujándola ligeramente.  El tacto del carmín le trajo a la memoria el no menos sensual tacto de aquella bata de seda que Aurora le regaló en su segundo aniversario y recreó las manos de su esposa deslizándose golosas por la brillante tela.

 

            Enfundado en su recuperada bata preparó el “cubalibre” se tendió en el sofá pero su pensamiento se centró en una sola palabra:”gracias”. - No puede darme las gracias por estos años de planificada felicidad, tal vez por aquellos dos primeros años, entonces éramos más impulsivos. Si- recuerda Miguel mientras se le ablanda la mirada.- Cómo nos reíamos, aún no habíamos perdido la capacidad de sorprendernos, no teníamos miedo a nada ni a nadie. ¿Qué nos ha hecho cambiar?- Una gota resbaló por su sien derecha, podría provenir de su cabello aún mojado pero es posible que haya brotado de sus ojos- El embarazo nos asustó, temimos perder nuestra identidad. Como pareja funcionábamos a la perfección pero ¿sabríamos conjugar un trío?- Un largo sorbo de “cubalibre” empapó sus lagrimas – Tu quisiste seguir adelante y seguimos y cuando ya asumimos el hijo, cuando ya deseábamos el hijo llegó el aborto –De un profundo trago vació el vaso que sostenía en la mano izquierda- Si, esta fue la causa, esto fue lo que nos hizo cambiar; y yo te consolé diciendo que no era el mejor momento, que aun éramos jóvenes, que antes debíamos tener una seguridad económica; y tu me consolaste diciendo que el nuestro sería un hijo deseado en su momento y a partir de ahí empezamos a medir nuestros impulsos, nuestros deseos, construimos un cerco defensivo alrededor de cada uno y dejamos de entregarnos. ¿Por qué me das las gracias?

 

AURORA Y MIGUEL

 

            Aurora cerró la puerta de su casa en el mismo instante que su energía le abandonaba.  Otra tarde más, no tenía nada que hacer, la interina se encargaba de la casa e incluso dejaba la cena preparada.  Bueno, no se podía quejar, tenía lo que muchas mujeres deseaban.  Se sorprendió al ver la chaqueta de su marido sobre el banco del recibidor, era raro, siempre era la primera en llegar.  La tenue luz que escapaba por la puerta del salón llamó su atención, entró sigilosa y contempló a su marido que, vencido por el cansancio y envuelto en la satinada bata reposaba en el sofá,  se estremeció y se acercó a él y como entonces, dejó resbalar sus manos sobre la deslizante tela y el cuerpo de Miguel respondió a la caricia y prescindiendo de todas las defensas se amaron y rieron y lloraron.

 

EPÍLOGO

 

            Nunca pensé que iba a resultar tan fácil. Teniendo en cuenta  que en el reino en el que habito únicamente se nos permite jugar con el agua es todo un record que con sólo dos escaramuzas  haya conseguido ganar esta batalla.  Tengo que apresurarme, apenas quedan unos segundos para que me convierta en embrión y antes tengo que llegar al cuarto de baño y mientras Aurora y Miguel se duchan entre besos y risas y esperanzados bromean sobre el nombre de un posible hijo, ahora si deseado, tengo que escribir en el vaho del espejo “Me llamaré Victoria”

María José Ardanaz

Las Arenas 13 de Mayo el 2004

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